Sin Spotify la vida sería un error: Nietzsche
- Julieta Lomeli
- 25 oct 2022
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 17 sept 2024
Julieta Lomelí / @julietabalver
Si Nietzsche hubiera nacido en nuestra época, seguramente hubiera escribido que “Sin Spotify la vida sería un error”, sin embargo murió a inicios del siglo pasado y ni siquiera tuvo la oportunidad de conocer un iPod. Para el filósofo alemán no hubo nada más divino que la música, porque ni la pasión que le tuvo a Andrea Lou Salomé le duro tanto tiempo como el amor que le cultivo a la música.
La música para Nietzsche —siguiendo la herencia de Schopenhauer— será la expresión más clara de la existencia. “Sin música la vida sería un error”, escribe el filósofo alemán en el Crepúsculo de los ídolos. El autor del Zaratustra no sólo fue un melómano, sino que también ejerció —aunque sin dejar lo amateur— su talento como músico. Desde la infancia comenzó a tocar el piano y durante su adolescencia formó una tertulia con dos de sus amigos —Gustav Krug y Wilhem Pider— en la cual se comprometían a entregar mensualmente una obra original, ya fuera algún texto o partitura.

Nietzsche se tomó muy en serio su labor musical, sin embargo las críticas negativas corroboraban que sin duda era mejor como escritor. Le quedaba entonces una alternativa para continuar el vínculo con su arte predilecto, convirtiéndose en un tipo de crítico, y en momentos un apologeta, de la obra de Wagner.
Un texto polémico en el cual desata su furia mezclada con una sutil admiración, es su famoso ensayo de Nietzsche contra Wagner, que ve la luz en otoño de 1888. El opúsculo es una compilación de ácidas sentencias dedicadas al músico, motivo que le consignaría al filósofo un montón de enemigos pero también de lectores. Pero tal disertación no sólo despotrica contra la labor wagneriana, sino que también teje líneas una bellísima teoría sobre la función que la música podría tener sobre la vida.

Para Nietzsche la música es una metáfora de los ritmos vitales, por lo que su función es afirmar la vida, limpiando la consciencia de cualquier pesimismo y debilidad para afrontar la existencia: “como si todas las funciones tuvieran que ser aceleradas mediante ritmos ligeros, atrevidos, desenvueltos y seguros de sí: como si esta vida férrea y plomiza tuviese que perder su pesadez por medio de melodías doradas y suaves como el aceite”.Por tanto hay música que celebra el espíritu heroico, que le apuesta a la salud del cuerpo y es un canto a la vida; pero también está el estilo opuesto, la melodía que estigmatiza la existencia volviéndola un valle de lágrimas: como la música de Wagner, dirá Nietzsche, “me enferma”.

Para el filósofo alemán, Wagner y todos los artistas y pensadores pesimistas como Poe, Byron, Leopardi, Schopenhauer, son un tipo de amenaza para la cultura. Con sus partituras y letras siguen expandiendo la metástasis del nihilismo, que se resume en menospreciar la vida y volverla un trasunto de un mundo mejor, de un mundo ideal pero inexistente.
La música antigua, según Nietzsche, tiene la virtud de volvernos ligeros, nos persuade a bailar al ritmo armonioso de la melodía; mientras que la música actual, ésta que Wagner y sus contemporáneos alemanes componían, era la “decadencia total del sentimiento rítmico, el caos en lugar del ritmo, apoyándose de modo cada vez más estricto en un histrionismo” que sólo abogaban por el efecto y no por una estructuración reflexiva de la pieza. Nietzsche cree que esta última —a la cual llama melodía infinita— tiene la engreída pretensión de divorciarse de cualquier vínculo con lo antiguo, “quebrar todo equilibrio entre tiempo y fuerza”, y de jactarse de lo que en el pasado habría sido considerado una blasfemia estética.

La melodía infinita es la que obliga a nadar entre lo pesado, evitando a toda costa naufragar, es abatirse en la densidad que la marea disonante provoca: una música que no expresa nada y si lo hace, sólo lo hace desde el pesimismo y la queja. El filósofo alemán, muy opuesto a la forma en que llevó su vida, practicaba un optimismo teórico.
Nietzsche, tenía nostalgia del pasado. Su pensamiento estético sigue definiéndose dentro de una concepción clásica. Sus predilecciones musicales eran Rossini, Mozart, Beethoven. Repudiaba a los músicos alemanes por el exceso de proselitismo implícito y el antisemitismo que habitaba en sus notas; y al igual que sus ídolos, jamás puso su filosofía a favor de ningún interés mediático ni político, al contrario de algunos filósofos que sí lo hicieron. Nietzsche, afortunadamente, careció de espíritu nacionalista.
Comentarios